lunes, 17 de agosto de 2009

Nuestra última frontera: el Cosmos

Hablar del Cosmos es hablar de uno de los temas que más cautivan a la humanidad, no sólo a la contemporánea, sino a la de todos los tiempos. El ser humano, contrario a lo que hasta hace poco se preconizaba, no es un ente separado de y sobre el Cosmos, es más bien una criatura inmersa y en íntimo contacto con ese ilimitado espacio. El interés y estudio del Cosmos -y todo lo que ello implica, no sólo desde su aspecto físico- había quedado circunscrito hasta hace algunas décadas a un realmente muy reducido número de estudiosos. Afortunadamente eso ya quedó en el pasado y gracias al uso corriente de tecnologías y el fácil acceso a la información hoy podemos conocer mejor nuestra posición en este vasto Cosmos y tratar siquiera de escudriñar paulatinamente sus innumerables enigmas que nunca dejan de maravillarnos y sorprendernos.

El origen verdadero de la palabra "Cosmos" significa orden, armonía. Me parece una cosa curiosa que del Caos haya nacido el Cosmos, pero quizá sea por eso que dentro de nosotros, en nuestras pequeñas y grandes confusiones a través del tiempo, buscamos ese cosmos, esa armonía que nos equilibra. Todos, o al menos la mayoría de los humanos, queremos estar a tono con lo que nos rodea y con quienes mantenemos contacto. Buscamos la armonía porque no nos gusta sufrir; evitamos el dolor, las riñas, los gritos, las injusticias y las malas noticias nos descargan fuertemente de energía vital.

Es esa famosa "alineación con el Cosmos" lo que nos lleva a plantearnos, mejor si es en cada amanecer o anochecer, si lo que hacemos es correcto, si nuestros actos de Vida son significativos, si cumplen un propósito. Comprendemos que si el Cosmos es orden entonces en definitiva estamos para cumplir una Voluntad, un mandato imperativo que nos golpea –ya sea suave o fuertemente, según sea el caso- en nuestras mentes, en nuestras conciencias.

Sabemos que desde los albores de la Civilización, la humanidad vio con maravilla y no sin cierto estupor al contemplar en el cielo nocturno la grandiosidad de ese espacio sin fin y omnipresente sobre nuestras cabezas, la residencia de las estrellas, de las constelaciones y galaxias y con esa contemplación al Cosmos, primero allá afuera, y luego nuestro propio cosmos interno, que comenzó todo, absolutamente todo. Fue la chispa que trajo Prometeo del fuego de los dioses como obsequio a los seres humanos.

Muy pronto descubre el ser humano que en nuestra propia Tierra hay aún ignotos espacios por descubrir y es este afán lo que me mueve a querer compartir juntos en este blog "Ciudadana Cósmica" este fascinante viaje del conocimiento de nuestro Universo, adquirir la ciudadanía que como Seres Humanos nos corresponde por derecho propio, por ser criaturas divinas en experiencias humanas y concretas. Mi fin es estudiar, explorar y conocer la naturaleza más íntima de la Vida, develar (si cabe el verbo) de a pocos, las manifestaciones cósmicas y las leyes naturales; empezando por conocer la parte interna de nuestro ser pasando igualmente por todos los principios que animan el reino Cósmico. Los invito entonces a emprender este viaje y adquirir juntos la Ciudadanía Cósmica para ser cada uno dueños auténticos de nuestro propio destino.


Namasté




La Supernova de hoy:
"Nacimos de las estrellas y hacia ella vamos"